Las campanadas de Chenoa y Bisbal

Ramón García habló. Se encongió de hombros. Juró no tener noticias de TVE. Y la comunidad tuitera decidió que era hora de intervenir en el asunto


A los que llevan desde el miércoles sollozando por el fin de la era Ramón García las lágrimas de pena se les han secado de golpe este viernes cuando el runrún que precede al pelotazo de un jugoso rumor comenzó a sonar en Twitter. Sin atisbo alguno de remordimientos, no han titubeado ni un segundo a la hora de olvidarse del de la capa y abrazar la propuesta popular para ocupar su puesto. A rey muerto, rey puesto. La sugerencia no es para menos; los candidatos son nada y más y nada menos que Chenoa y  Bisbal, la pareja no pareja más adorada de la actualidad mediática.

Nada hay de sólido en el cotilleo: ni declaraciones de los aspirantes al balcón madrileño, ni insinuaciones -al menos públicas- de la cadena. Pero al pajarillo azul nunca le ha importado mucho la consistencia de las plegarias propuestas en su seno. Las acoge con entusiasmo, las somete a debate -da igual lo disparatadas que sean- y las eleva a drama nacional. Avalada por el minuto de oro cosechado por sus protagonistas el pasado 31 de octubre, la candidatura tuitera -que los extriunfitos conduzcan nuestra ingestión de uvas este Fin de Año- multiplica partidarios por minuto.

El brote nació de en la grieta que abrió Ramón García al confesar la ausencia de contactos con TVE sobre el tema. Fue hablar el presentador y venirse arriba Twitter. Enseguida sentenciaron los internautas el fin de un ciclo y el comienzo de otro, y se embarcaron entusiasmado en la búsqueda de suplente. Los nombres de Chenoa y Bisbal no tardaron en hacer acto de presencia, mientras el ente público mantiene la boca callada y, así, la incógnita en el aire.

Con más de un mes y medio por delante para que se acabe el año, parece descabellado pensar que el de Almería y su despechada exnovia vayan a acompañarnos en el cambio de dígito. Especialmente tras conocer la cifra que se embolsó Bisbal por sus pases y cabriolas sobre el escenario del Palau Sant Jordi. Pero torres más altas han caído. Subestimar la idea sería insensato, poco inteligente; sobre todo después de haber asistido a la histeria colectiva generada con la xuntanza de las primeras estrellas de la canción engendradas dentro de un televisor

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