El corto que reflexiona sobre los «lujos» de los mileuristas

Muestra cómo ha ido aumentando la precariedad laboral, con empleos para gente que se ocupa de realizar las tareas que no les da tiempo a hacer


Redacción / La Voz

Sientes que no llegas, que te faltan horas en el día, y terminas pidiendo la cena a domicilio. O contratas a alguien que haga las tareas de tu casa, esas que odias hacer. Una cena que llega en manos de un repartidor al que tampoco le llega el día, pero que no le queda otro remedio que trabajar en uno de los últimos escalones de la pirámide laboral, en uno de los puestos más precarios. Es lo que cuenta ¡Hola, buenas noches!, el corto del director Pau Rodilla, de 31 años, que ha conseguido colarse entre los finalistas del festival Notodofilmfest. La aplaudida reflexión audiovisual se le ocurrió tras leer el artículo Pedir un cubata por Amazon o por qué pagas para que alguien viva aún peor que tú, de Héctor G. Barnés. Aunque podría parecer que la cinta pretende denunciar las denigrantes condiciones laborales de estos repartidores, sino hacer una reflexión mucho más profunda: qué consumimos y cómo consumimos. «¿En qué momento se nos ha ido tanto la cabeza que somos capaces de pedir un bocata a domicilio del bar de abajo? Vale, está claro que los tiempos cambios, pero de verdad ¿es una mejora tener un ejército de esbirros deambulando por la ciudad para satisfacer los impulsivos deseos de esta sociedad enferma? Pero si ya hay repartidores que te hacen cualquier recado que tú no quieras hacer...», reflexiona mientras pedalea.

El corto, grabado de noche desde el maletero de un coche muestra a un repartidor por la ciudad mientras repasa la vida que lleva. «Es la medalla de consolación de la clase media, porque el nuevo lujo del mileurista es que otro trabajador que cobra aún menos que tu haga el trabajo que no te apetece hacer», asegura.

Mientras se acerca, no se sabe si a un nuevo destino en el que entregar el pedido que lleva, o si regresa ya a casa después de una larga y extenuante jornada laboral, sigue cavilando: «Vendemos nuestro tiempo a cambio de dinero, dinero con el cual pagamos a otros para que nos hagan las cosas que no nos da tiempo a hacer porque estamos intentando ganar más dinero». Por momentos se muestra combativo con la realidad en la que se ha convertido su vida. «Primero nos robaron el tiempo y ahora han creado con él una industria del falso tiempo libre que creemos recuperar cada vez que nos limpia la casa un robot con nombre de género musical cubano o pedimos cualquier mierda con una aplicación de reparto. Lo han hueco también que nos han hecho creer que tenemos el control», razona. «Somos esclavos de día pero señores feudales de noche», añade. Pero el corto termina con una escena contradictoria. El repartidor que lleva un rato reflexionando sobre lo puteado que está recoge en el portal de su casa la comida que le trae otro. Porque hasta el último eslabón de la cadena puede encontrar a alguien que haga el trabajo sucio que él no quiere hacer.

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