Esto es lo que pasa cuando le ponen los cuernos a Beyoncé

La venganza es un plato que se sirve frío. El último álbum de la diva, no exento de intención, relata al detalle su última crisis matrimonial


Beyoncé llevaba tres años en sequía creativa. Su regreso, por tanto, exigía un golpe maestro, una jugada de todo menos discreta. Ya el redoble de tambores fue sonoro: ráfagas de una misteriosa colaboración entre la diva estadounidense y la cadena HBO que desató todo tipo de teorías y que acabó resultando ser un documental biográfico -sus canciones con sus respectivos videoclips- a modo de estreno de Lemonade. El mundo amanecía este domingo con un nuevo disco que estrenar. Sorpresa mayúscula al darle al play: un confesión que se alarga durante una docena de temas; el relato de una infidelidad, una crisis de pareja y un perdón. Y un nombre de mujer.

De nuevo, la realidad supera la ficción. Beyoncé reconoce en Lemonade sus miserias, se recrea en su personal drama sentimental y convierte la herida en el eje de un disco que también se detiene en temas como la brutalidad policial o el lugar de la mujer negra en la sociedad occidental. Sin embargo, su marido Jay-Z no es el peor parado de la valiente incontinencia verbal de la también bailarina. Hay una víctima más. La otra.

Lemonade vuelve una y otra vez sobre el mismo tema -un engaño y los sentimientos de la engañada-, un hilo argumental que queda ya patente en los títulos de cada una de las piezas que integran la producción audiovisual -Intuición, Negación, Enfado, Apatía, Vacío, Aceptación, Transformación, Perdón, Resurrección, Esperanza y Redención- y que se reafirma en sus letras con sentencias como «siento el engaño», «no te quiere como te quiero yo», «¿qué es peor: parecer celosa o loca?», «veo mi reloj, él ya debería estar en casa», «hoy me arrepiento de la noche en la que me puse ese anillo» y -la más demoledora de todas- «él prefiere llamar a Becky, la del pelo bonito». ¿Becky? ¿Quién es Becky?

Se encendieron todas las alarmas. Tras un primer contacto con el disco, los fans de la ex Destiny's Child se lanzaron a la caza. Descifraron las indirectas agazapadas entre sus versos y pusieron del revés las redes sociales. Y Becky apareció. Fue ella misma la que se dio por aludida. Poco después de que Beyoncé desembargase su playlist, publicaba una alegre fotografía en Instagram, acompañada de la siguiente y sutil leyenda: «Un pelo bonito no importa si contamos con una buena iluminación, para un selfie o para la verdad, siempre hay que vivir en la luz #nodramaqueens».

La archienemiga de Beyoncé se llama Rachel Roy, diseñadora y exmujer del antiguo socio de Jay-Z, Damon Dash.

The Life: learn how Rachel gets her Glam Glow from her m/u artist @FacesByRob, only on RachelRoy.com #RachelRoy #Glow #Makeup

Una foto publicada por Rachel Roy (@rachel_roy) el

Tras borrar su respuesta a la maniobra de Beyoncé de su Instagram y lidiar con el genio y el resentimiento de sus indignados fans, Rachel Roy se desahogó también en Twitter. «Respeto el amor, los matrimonios, las familias y la fuerza -publicó-. Lo que no debe ser tolerado por nadie, de ninguna manera, es la intimidación, de ningún tipo».

Asumió Beyoncé que la venganza se sirve fría. Comprobó que de nada servían los numeritos de su hermana a su marido -sobre los que siempre se especuló que tenían que ver con infidelidades de Jay-Z a la diva de los escenarios-. Y se decantó por desembuchar y hacer de sus devotos sus mejores confidentes. En cuestión de minutos, se alzaron contra la diseñadora californiana. Llegaron incluso a modificar su página de Wikipedia. Consecuencias de enfadar a alguien con más de 14 millones de seguidores en Twitter. 

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