El cuñado va a llegar

Maratón de encuentros familiares a la vista. El hermano político afila sus armas para no dar tregua


El cuñado. Del latín cognatus. Saquen sus propias conclusiones sobre similitudes fonéticas. Ese ser humano que demuestra su sapiencia en los cónclaves familiares. No hay terreno que se le resista. Se avecina. Y lo saben.

Siéntese a la mesa. Nochebuena; Navidad; Año viejo; Año nuevo... o lo que caiga. Se mueve como nadie en las citas subrayadas en el calendario festivo. Exhibe una suerte de discurso aristotélico, un arte de la Retórica persuasiva, lo mismo acerca del jamón de oferta que sobre el mercado de fichajes de invierno -futbolístico, por supuesto-. Cuidadín. Es el rey del churrasco y conoce el secreto para que el pulpo á feira quede en su punto. Su currículum de boquilla mete miedo: refinado sumiller, avispado en finanzas e inversiones, gurú tecnológico... y con amiguetes en cualquier sector. A estas alturas hasta es posible que ya sepa si Fernando Alonso seguirá en McLaren Honda o si cambiará de escudería. Hablando de motor... si durante la cena -o comida- deslizan en la conversación que están pensando en cambiar de coche, ríndanse. Territorio comanche. La comparativa que puede llegar a encadenar desespera a un santo. Empieza por la ficha técnica de los híbridos frente a los de combustión y luego, cuando su interlocutor -oyente, más bien- esté a punto de ondear la bandera blanca, es cuando despliega todo un catálogo de modelos suv, berlinas, tres o cinco puertas, con o sin niños, pintura, equipamiento y, no podría ser de otra forma, los precios. ¡Tachín! Es el momento de consultarlos en las webs oficiales. Y qué mejor forma de hacerlo que con un dispositivo móvil ¿de quién? Del cuñado. No hay teléfono que le haga sombra. Ni los modelos premium. Qué va. Él sí sabe comprar lo bueno al mejor precio. Cuando no gratis. Tirará por tierra cualquier iPhone 7 que merodee por el comedor, a no ser que sea suyo. Entonces el planteamiento cambia. Volpone a su lado, un aficionado. Asúmanlo, lo suyo es peor. Siempre. Salvo que él se lo consiga o recomiende. Y todavía no han llegado a los postres. Momento meme navideño. Tomen aire.

Muy probable que la temática gire ahora en torno a asuntos de mayor peso: el deporte. Su práctica, vamos. Es una deriva natural. La ingesta de calorías es directamente proporcional al nivel de arrepentimiento acumulado a medida que avanza la pitanza. Habrá que quemarlas de alguna forma. Surtido navideño. Venga. El cuñado no es que practique deporte, es un hacha. No entrena, caprichos de la genética. Pero si se pone, se pone. Descubrirán que él ya corría mucho antes de que la maquinaria publicitaria borrase de un plumazo el pudor colectivo para enfundarse unas mallas -que otrora sonrojarían al mismísimo Mariano Haro aún en su pico de forma- y echarse a la calle a lo Forrest Gump. El pádel tampoco se le resiste. Chupado. Y la bici... ¡ay la bici! Otra vez a sacar el móvil para mostrar cuál es la mejor montura. Muy «pro».

Las copas. Punto de no retorno. Sin saber cómo, del deporte se meten de lleno en política. Mal asunto. Su hermano político, o sea, el cuñado, desayunaría si quisiese con los portavoces de los grupos parlamentarios. Sí, también es un excelso politólogo. Abraza un argumentario, o se lo inventa, que más da. ¿Alguien en la sala puede refutarlo? El caso es que jamás se pondrán de acuerdo. O sí. Sea como fuere, queda todo en manos del dios Baco. Gran salvapantallas. Ya se arrepentirán mañana.

Y la catarsis. Como haya bailongo antes de echar el telón, mejor cruzar los dedos para que la discoteca no le acompañe. Porque el cuñado se suelta cual Tony Manero. Que si Follow de leader, que si «el gallo sube»... a ver quién lo baja. Descartado un sabotaje al equipo de música. Intentará arreglarlo con un cortaúñas. Lo más que puede pasar es que quede inservible. Pero le recomendará el mejor del mercado, al mejor precio. ¿O es que no queda claro que se conoce todos los chollos?

Cierto que hay cuñados y cuñados. Que se lo pregunten a Felipe de Borbón. O al Risitas, que su «cuñao», el Peíto, desternilló a medio país mientras Quintero inquietaba al otro medio. De categoría. Y luego están las cuñadas... ellas tienen diferente modus operandi. Otro cantar. Pero en ambos casos, un parentesco de ida y vuelta. Piénsenlo. ¿Quién es el auténtico cognatus?

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